jueves, 27 de junio de 2013

La antimadre

Si os preguntáis a quién me refiero con el título de esta entrada, es a mi misma. 

Sí señores. Yo, que voy de supermadre por la vida, soy la antimadre. Y no tengo excusas, porque es mi dedicación al 100%. Que ya podría especializarme y sacarme un máster. 

Todo empezó con el babi de la mayor. Lo ha traido en la mochila religiosamente cada viernes durante todo el curso escolar, y puedo contar con los dedos de una mano las veces que lo he lavado. ¿Es eso digno de una supermadre? No. 
Llegaba el viernes y la mochila iba al rincón. Y el lunes cuando la abría para meterle el desayuno..., ¡¡tachán!! Allí estaba el babi. Sucio, claro. Yo intentaba solucionarlo lavando las manchas más gordas en el lavabo y secándolo con el secador. Pero ya por último la seño de mi niña no tuvo más remedio que devolvérmelo. Y créanme que cuando ese martes por la mañana al abrir la mochila me encontré con el babi y le pregunté a la niña que porqué estaba ahí y ella me respondió que se lo había metido la seño para lavarlo porque estaba sucio, me dolió en lo más profundo de mi corazón. Porque supe que aquello podía ser el comienzo de un terrible final.

Y ha llegado. Justamente hoy. Diez y media de la mañana y suena el móvil. Las niñas recién levantadas y yo me dispongo a preparar unas lentejitas ricas ricas con mucho hierro para que mis retoñas crezcan fuertes. 
Para mi, un jueves más. 
Para el resto de las madres de los compis de mi primogénita, un jueves especial. Descuelgo el móvil. Es una madre del cole. Sí, amigos. DÍA DE RECOGIDA DE NOTAS. Día de recogida de notas y yo tan pancha preparando unas lentejas. Y no unas notas cualquiera, no. Son las notas de fin de curso. Las primeras notas de fin de curso de mi hija. A las diez de la mañana y eran las diez y media.

Entre todas las madres le habíamos comprado un detallito a la seño por su buen hacer. Y ¿quién era la encargada de llevar el regalito el día de las notas...? Pues la que preparaba las lentejas. 

Por suerte el resto de las madres, que dejaron la preparación del almuerzo para otro momento y fueron a recoger las notas de sus niños como tiene que ser, estuvieron entreteniendo a la profe mientras yo vestía a las niñas a la velocidad de la luz y salía pitando para el colegio. 

Todo terminó como una anecdota, la profe tuvo su regalito y mi niña sus notas. Pero yo no paro de darle vueltas a mi cabeza (que parece que no funciona muy bien).



 Supermamá..., ¡já!
 

lunes, 17 de junio de 2013

Erasmus familiar

Esta mañana mirando el mapa (mundi) me he llevado un susto de muerte. Y todavía no tengo claro si es acongoje o acojone el estado de ánimo en el que me encuentro.

Reconozco no ser una sibarita en lo que a geografía (e historia) se refiere. Más pegada que un sello estoy en el tema, para qué nos vamos a andar con tonterías a estas alturas de la vida. Yo pienso que la culpa la tienen los profesores que me impartieron la materia, que no supieron motivarme. Eso sí, el Padre Nuestro y el Ave María me los se a pies juntillas. Ventajas e inconvenientes de haber estudiado en un colegio de monjas... 

Ahondando en el tema, pienso que incluso ese puede ser el problema base de mi falta de orientación, así como de la (mala) forma en que percibo el espacio y el tiempo. Sin embargo, nunca he tenido problemas con la derecha y la izquierda, que siempre las he diferenciado bastante bien. Pero si yo conduzco, llegaremos donde sea por el camino más largo y difícil y dando muchas vueltas. Aunque lleve GPS.

Mi familia y yo vivimos en un precioso pueblecito de costa que en verano triplica su población. O quintuplica. O decuplica. En agosto, esto es una locura: colas para todo, atascos... 
Así que el año pasado por esas fechas veraniegas, volvía yo con un cabreo de cojones del supermercado sin haber llegado a comprar por las colas kilométricas que había para pagar, y le dije a mi churri: el año que viene me voy a pasar agosto con tus padres.

Mi churri, que se desvive por darme un gusto (y por tres semanitas de "vacaciones" solo en casa creo que tambien) llamó ipso facto a sus progenitores para que dieran el visto bueno. Imaginaos la alegría de los abuelos de mis niñas, que las ven dos veces al año, cuando se enteraron de que iban a poder disfrutar de ellas un mes completo, con todos sus días, y sus horas, y sus minutos. Pues en serio que se alegraron y dieron su visto..., bueno.

Y una vez dado el visto bueno de los dueños de la que será nuestra casa durante todo un mes, pensó mi churri que un mes es mucho tiempo. Y que claro, necesitamos las sillas de las niñas para el coche, ropa variada (que allí un día te asas de calor y al otro vas con gorro de lana), y muchas cosas: que un mes es mucho tiempo. Y necesitaremos alquilar un coche, con lo que cuesta alquilar un coche tanto tiempo. 
¿Y porqué no nos vamos en el nuestro? Me preguntó el hombre de mi vida. Y yo, que ya os he dicho que de geografía ando muy mal y que la percepción espacio/tiempo tampoco me funciona demasiado bien, le respondí que claro. Que porqué no. Total, montamos a las niñas en el coche y vámonos pa Alemania, Pepe. 

Pues un año llevamos comentando el gran viaje. Yo hasta ahora sólo le veía ventajas: que si verás las niñas cómo se van a soltar con el alemán, que si a mi me va a venir tambien genial, que si esto va a ser como la Erasmus que nunca tuve en versión familiar... 

Y todo así de positivo y optimista, hasta que esta mañana me dio por mirar un mapa mundi. Sí, uno de esos en los que vienen todos los paises. Y se me cayó el alma a los pies. 
Tres mil kilómetros, Virgencita. Con dos niñas sentadas en los asientos traseros. Dos niñas en edad preescolar. Seguí con el dedo la ruta que mi querido esposo me ha contado que vamos a tomar, y a ver cómo sale esto. Porque es que luego hay que volver... 

El plan es el siguiente: nos vamos todos en coche y pasamos allí unos días juntos. El padre de las criaturas se viene en avión para cumplir con sus compromisos laborales, y estará en casa algo más de tres semanas. Solo. Sin muñecos tirados en mitad del salón, ni el sofá lleno de manchas de averiguatuqué, ni siniestros "mamaaaaa" en mitad de la silenciosa noche. Solo, muy solo. 
Y yo allí. Con la mayor, la chica, el abuelo y la abuela. Acompañada. Muy acompañada. Disfrutando de mi Erasmus familiar mientras él está aquí, solo. 

Igual si para el camino me llevo unas películas y suficiente munición de gusanitos, se sobrelleva... ¿No?

Tres semanas. Solo. Joder...





domingo, 16 de junio de 2013

Las niñas son de los padres

 
La historia que hoy os vengo a contar sucedió hace un par de días, camino del colegio.

Mi pequeña benjamina tiene mamitis aguda. No puede vivir sin mi. Si está jugando, tengo que estar rondándole alrededor para que esté tranquila. 

Para nuestros retoños, las mamás pasamos de ser las más guapas, listas y buenas a no serlo tanto a partir de los tres/cuatro años de experiencia maternal (cuando ellos empiezan a pedir y nosotras a negar). Pero mi pequeñita todavia me mira con esa cara de admiración con la que sólo un bebé es capaz de mirar a su madre. Y yo lo disfruto.

La mayor no. No es que no me quiera, que sí que lo hace. Y mucho, además. Pero ella ya ha pasado la frontera de los tres años y va al cole. Además, a la que tiene todo el día detrás diciéndole lo que tiene que hacer y lo que no es a mi. Y es una niña, así que ella es de su padre. Admira a su padre. Le tiene pasión.

Pues como les iba contando, íbamos camino del cole cuando me pregunta la mayor (y repite su hermana, que ahora está en fase lorito) que dónde está su padre. Es una pregunta que preguntan mucho. A veces creo que lo hacen por tocar un poco los cojones, porque su padre, como siempre, está trabajando. Y como siempre, eso es lo que les contesto. 

Pues parece que la mayor no ve justo eso de que el que tenga que salir a ganar el sustento todos los días sea su papi querido del alma, porque sin pensárselo dos veces, me soltó un y porqué no te vas tú a trabajar y papá me lleva al cole? que me ha dejao sin aliento.

Y por un momento me he imaginado en una oficina con mi ordenador, una radio de fondo quizás... Pausa para el café... Ooooommmmm... Contrato de 40 horas remuneradas. Ooommm. Ah no, que estamos en crisis...

Y vosotros os podeis imaginar la cara de orgullo de su padre cuando se lo he contado. 

Pero creo que por el momento vamos a seguir él en la oficina y yo en casita. 

Al fin y al cabo, si no tuviera el contrato que tengo, ¿qué iba a escribir en el blog?

La duda que todavía me ronda la cabeza es..., ¿será verdad entonces eso de que los niños son de las madres?

jueves, 6 de junio de 2013

A Dios rezando pero con el mazo dando

Ahora que parece que la peque de la familia está asumiendo más o menos de buena gana que tiene que dormir sola, la mayor lo desasume.

La mayor duerme (dormía) sola desde los seis meses, mes arriba mes abajo. Cuando cumplió el año la pasamos a su habitación. Y salvo algunas noches que se ha levantado mil una veces a pedir pipi y agua, lo normal era que llegada la hora, acostarse y dormir fueran a la par.

Y yo pensaba que cuando convenciera a la chica de que una vez en su cuna tiene que dormirse sola, iba a poder disfrutar de románticas veladas con mi churri, un par de copas de vino viendo algún buen programa en la tele o manteniendo una interesante conversación. 
Pero parece que es verdad eso de que los niños ni son robots, ni vienen con manual de instrucciones ni con el codiciado botón on/off. Así que ahora acuesto a la chica (que se duerme sola y sin rechistar) y tengo que dormir a la grande (acostándome con ella)

Y se me ocurrió la idea de que ya que nos acostábamos juntas, podría enseñarle algunas oraciones. Empezamos con el "Jesusito de mi vida" y el "Angel de la guarda", que ya se las sabía del cole. Luego agregamos el "Padre nuestro". Y así seguimos hasta que ahora, además de las mencionadas rezamos el "Ave María" y el "Gloria". Estas dos últimas además tengo que cantarlas.

El otro día quise que rezara sola para escuchar si se las sabe bien o no. Y las iba rezando, y yo mientras pensaba en lo orgullosas que estarían las monjas de mi colegio si la vieran. La hija de su alumna, con cuatro años y rezando ya cuatro oraciones de carrerilla. 
Llena de orgullo estaba cuando, terminando la niña el "Ave María" la escucho:
...Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pescadores, y líbranos del mar. Amén.
Tampoco vamos a pedirle peras al olmo... Y me parece tan gracioso que ni la he corregido.

Después de las oraciones le explico que vamos a dar las gracias al Señor por todo lo que tenemos. Y empiezo con la retahíla de gracias: porque tenemos ojos para ver, piernas para andar, comida para comer, juguetes para jugar...Y a esto último me responde: mamá, eso mejor darle las gracias a Papá Noel, no? 

Y ya no estoy tan segura de lo que pensarían las monjas de mi colegio si vieran rezar a mi hija...