viernes, 20 de septiembre de 2013

Mea culpa

Ser madre es el trabajo más duro que he tenido nunca. Por supuesto que tambien el más recompensado, pero duro de cojones. 

Madre al 100% me siento desde que nació Carlota, la pequeña. Cuando tuve a Claudia todavía trabajaba y pienso que el habernos separado tan pronto al reincorporarme tras la baja maternal, hizo que se rompiera gran parte del apego que debe sentir una madre por su bebé. Y de esto me he dado cuenta conforme mi chiquitita ha ido creciendo, y a la vez nuestro apego.
Por supuesto, quiero a mis dos hijas por igual. Pero la relación que tengo con la pequeña, no la tenía con la mayor cuando era como su hermana. De hecho era imposible que la tuviésemos, porque la veía unas tres horas al día y así no hay forma de que se cree una relación basada en el apego. Porque el apego necesita tiempo y dedicación. Además de cariño, claro.

Pero ya no puedo dar marcha atrás en el tiempo, y eso hace que me sienta mal. Siento que le debo algo a mi hija y que no se lo voy a poder devolver nunca.
Y ese sentimiento de culpa se expande de manera incontrolable. Me siento mal si le riño por algo que ha hecho mal, pero si no le riño también me persigue ese sentimiento porque no quiero malcriarla. Y cuando pierdo los nervios, que soy humana y me pasa..., pero ella no tiene la culpa... 
Y se me está yendo de las manos, porque hasta decidir si la llevo al parque o a la playa se convierte en una odisea. Empiezo a sopesar los pros y los contras y siempre termino pensando que la opción que no elegí era la mejor para ella.

Quiero hacerlo lo mejor posible, pero creo que ni leyéndome todos los manuales del mundo lo voy a conseguir. Y cuando sea mayor, tendrá mil cosas que reprocharme, y yo mil más por las que pedirle perdón. Porque al fin y al cabo ella no pidió nacer. Fue un capricho hormonal mío, fruto de mi instinto maternal que yo pensaba que no tenía y resulta que sólo estaba hibernando. Hay quien piensa que el instinto maternal es un invento de las mujeres, pero juro que cuando el mío se despertó aprovechaba cuando yo dormía para hacerme soñar que estaba pariendo. Y sentí la necesidad de parir. Y de ahí vino Claudia. 

Con ningún empleo me he exigido tanto a mi misma, ni me he cuestionado tantas veces si lo estaba haciendo bien o mal, y cada fallo que cometo se me queda grabado a fuego.

Así que aquí estoy, jodida de por vida. Con ese miedo irracional a que les pase algo y sabiendo que nada en la vida podrá darme más alegrías ni más penas que ellas dos.

Fin.